20 POEMAS, 20 CIGARRILLOS



Cigarrillos con filtro de exabrupto.

Embeleso: 10 mg.
Sofoquina: 0,8 mg.
Terquedad en lo exquisito: 10 mg.

Las autoridades lírico-sanitarias advierten que fumar acorta la vida, pero la poesía abrevia la necedad.

Prohibida su venta a menores del ripio.

1. PRIMERA CALADA: “Romance del enamorado y la muerte”. Aunque pueda llegar a aturdirnos su aparente sencillez, creo no errar si afirmo tajantemente que en él ya se condensaban las solemnes materias irreemplazables de nuestra literatura: nuestra condición radical de caducidad y el amor (o el sexo) como antídoto ante el desenlace, ataviado de Señora blanca y fría.
2. FRENESÍ EN EL CAFÉ: “El éxtasis”, del londinense John Donne (1572-1631), por su pura alquimia lírica, hermetismo consciente y voluntario que la crítica miope ha reducido a complacencia conceptual. La actividad erótica, el amor es sagrado porque deviene en misterio y sólo podrá ser revelado para unos pocos escogidos. El Cosmos se transfigura, se pulveriza; el Tiempo zozobra, se sumerge; el Espacio se pulveriza. Prevalecen únicamente dos cuerpos que se aman. Porque sólo los que han amado mucho saben este axioma: los enigmas del amor quedan manuscritos en el alma, pero el cuerpo es el libro en que hemos de leer. Para extasiarnos en el ascenso anímico, previamente hemos de descender a los cuerpos.
3. DEBILIDADES: como las de Bertolt Brecht (1898-1956): “Tú no tenías ninguna, / yo sólo una: / que amaba.” La flaqueza y la claudicación no resultan incompatibles con magnánimas perseverancias. En esto reside la magia de la dialéctica, siempre que ésta sea incluyente. La debilidad puede ser aquiescente ad libitum.
4. CIGARRILLOS ROTOS: “Me gusta mi cuerpo cuando está con el tuyo…”, del poemario Tulipanes y chimeneas (1923) del norteamericano E. E. Cummings (1894-1962). Cuerpos quebrados, cuerpos reunidos. Por su inconformismo (tipográfico) y su violenta sintaxis, perturbada por elipses y paréntesis, fracturada en su médula yoica, profanada y rota. No en vano, es la fractura nuestra identidad, a pesar de que nos constriñe.
5. EL MISMO HUMO: “El amenazado”, de Jorge Luis Borges (1899-1986). Si el amor es también pesadumbre, acicate de la ausencia volitiva, laberinto de heridas y cicatrices, entonces sólo nos queda la erótica como mundo posible aún no vivido. Poema perpetrado por un Borges ya septuagenario, revela, no obstante, un delirio abisal, de ubérrima oquedad: el amor (único) de arcanos secretos (múltiple). Las sucesivas o alternas Ulrico, Beatriz, Matilde o Teodelina no eran sino boquillas de un mismo humo.
6. RETAGUARDIA: “Carpe noctem”, de Aldous Huxley (1894-1963). Siempre aguarda alguien amigo detrás del fuego.
7. CENIZAS: “Lo fugitivo y lo eterno”, del Rubaiyat de Omar Khayyam (siglos XI-XII). No es un óbito el tránsito para quien perpetúa laconismos.
8. EXILIOS Y FRONTERAS: “El bosque amigo”, de Paul Valéry (1871-1945). La frontera sólo es tal para aquél que se ubica en el centro, pero el exilio deviene espejo, arquetipo hueco, y en su corteza especular se inicia el proceso: tomar conciencia de algo implica apoderarse de ese algo, vencer sobre él. Y esto constituye un avance, un asalto, un abordaje. Sin embargo, al que se asienta vegetando detrás del tabique que él mismo ha construido le resulta imposible ver. Y esto lo sumerge en la amenaza del asedio. ¿Quién es, pues, el exiliado?
9. CONFIDENCIAS: “Pandémica y Celeste”, de Jaime Gil de Biedma (1929-1990). “Imagínate ahora que tú y yo / muy tarde ya en la noche / hablemos hombre a hombre, finalmente. / Imagínatelo, / en una de esas noches memorables / de rara comunión, con la botella / medio vacía, los ceniceros sucios, / y después de agotado el tema de la vida.”
10. SUICIDAS (I): “Soy vertical”, de Sylvia Plath (1932-1963). Ella prefería ser horizontal, fundirse con el limo, anexionarse al fango de un cosmos imperceptible. Plath es la Perséfone doble, la mujer terrenal y la subterránea. Su poética de la profundidad evoca la extinción consciente de la Ananké (el fatum). Como los cigarrillos aplastados contra el suelo.
11. SUICIDAS (II): toda Alejandra Pizarnik (1936-1972). Por su escritura del vacío, del sujeto tachado, de las discrepancias del yo.
12. LEYES: “La Ley como el amor”, de W. H. Auden (1907-1973). Si lo que caracteriza a una Ley es el precepto de obligado cumplimiento, instaurado con el firme propósito de conciliar la justicia y la ética, valores absolutos y trascendentes, ¿cómo pueden los hombres, sin embargo, redactarlas, siendo ellos parciales e insustanciales? ¿Acaso la cumplen quienes pretenden atesorarla para sus propios fines? ¿Dónde quedan, entonces, la ética y la justicia? La paradoja se impone: la sabiduría de los viejos languidece. Si “la Ley no acierta ni se equivoca”, resulta obvio que ni se impone ni se abandona puesto que ignoramos de dónde procede ni cómo o por qué custodiarla.
13. DIGNIDADES, INDIGNIDADES: “A B C D”, de Joan Brossa (1919-1998). “A Si quieres conocer a un hombre, / dale poder. / B Si me quieres bien, / tus obras me lo dirán. / C Tampoco existe el amor, / sólo puedes dar pruebas de él. / D Gritar es digno.” En definitiva: aprehender cigarrillos o aprender versos, ¿es indigno?
14. LOS VIGILANTES: “Vigilia”, de Giovanni Quessep. No te apures, me aconsejaba un sabio amigo, ser observado es existir. El problema, le respondí dando la sempiterna penúltima calada y pergeñando versos de Quessep, es que “los pasos van y vienen y no saben / quién es el vigilante, quién el vigilado.”
15. TEMPUS FUGIT: “Ulises”, de Umberto Saba (1883-1957). “Oh, tú, que eres tan triste y con presagios…”, se encaminan las conclusiones, los últimos pitillos de la caja.
16. PRECIPIOS: “Walking around” de Pablo Neruda (1904-1973). Sí, en ocasiones, nos agotamos; el cansancio queda almidonado en las colillas amancilladas que se precipitan como “lentas lágrimas sucias.”
17. A QUEMARROPA: “Retrato de un hombre inquieto”, de Alain Bosquet (1919-1998). El ¿soneto? perfecto, circular y enclaustrado, impertérrito y estricto, cuyo final corrobora las sospechas del comienzo: “Se retira hacia el fondo de sí mismo a pensar / la poca cosa que es […] Toda serenidad le parece una ofensa.”
18. APOLOGÍA DEL OLVIDO: “El alba disuelve los monstruos” de Paul Eluard (1895-1952), porque “ignoraban que la belleza del hombre es más grande que el hombre…”
19. PLAÑIDERAS TRAS LA PUERTA: “Funeral blues” de W. H. Auden (1907-1973). El cigarrillo languidece, pero no muere. Vengan las plañideras, si es menester.
20. Éste, como comprenderás, me lo reservo para descifrártelo algún día ante tus ojos y así comprobarás la indómita fragancia del exabrupto.


Publicado en El Telegrama de Melilla el 13 de junio de 2010.